En días fríos, el calor llega a la mesa.
Los días fríos
evocan una paleta de sabores que arriman calor a la mesa. Es más: que terminan
de cocinarse en la mesa. Así, el carácter informal y divertido de un plato
suizo de nombre francés, la fondue, le recordará su origen en los intensos
inviernos helvéticos.
Entonces, para
que los clásicos quesos- emmenthal y gruyere- recuperaran su buen gusto y
plasticidad, eran calentados en una cazuela de cerámica, la llamada caquelon,
frotada con ajo. A la lenta preparación que se iba reconcentrando sobre fuego
(fondue proviene de fondre: derretir), se le agregaban especias y vinos.
Sumergido en esta mezcla, hasta el pan viejo sabia estupendo.
En 1956, el chef
Konrad Egli, del restaurante neoyorquino Swiss Chalet, introdujo el
procedimiento para cocinar cubitos de carne en aceite caliente. Desde entonces,
a la fondue de queso y a la bourguignonne, se sumaron las de pescado,
hortalizas y como postre, las de frutas y chocolate.
Similar origen
tiene la raclette, una especialidad también suiza. Raclette deriva del verbo
francés racler-raspar-, algo que hacían los pastores en los Alpes, tras
derretir el queso sobre grandes piedras planas, ubicadas cerca de las fogatas,
para untarlo en una hogaza de pan. Este método aún se conserva y se denomina
pierrade, del francés pierre, piedra.
Hoy, para
calentar el fromage à raclette existe una batería de sartencitas eléctricas
sobre las que cada comensal distribuye varias fetas de queso que, derretidas,
arroparán algún fiambre, hortaliza o trozo de carne cocida. La elaboración
termina en la mesa y cada uno prepara su plato a su gusto.
En China y Japón
también acostumbran a terminar de cocinar en la mesa, aunque la vasija suele
contener un caldo especiado en lugar de aceite o queso. En Italia, comensales
audaces son convocados por un plato típico del Piamonte, la bagna cauda. Ellos
deben embeber trozos de cardo, apio y pimientos crudos en una salsa a base de
anchoas pisadas, manteca, crema, aceite de oliva y ajos.
Pinches de dos o
tres dientes, con manguitos de distintos colores-para no confundirse con el del
vecino-se utilizan para la fondue y para la bagna cauda. El círculo en torno al
caquelon actualiza un antiguo rito social. Se dice que quien deja caer el pan
en él debe besar a la persona sentada a su derecha o pagar una botella de vino.
Según sea el caso, usted decidirá si ser cuidadoso o descuidarse.
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