El frívolo y galante rococó.
Pinturas con representaciones
galantes y campestres, damas en pleno despliegue de pasitos de minué, de
idílicas historias pastoriles. Estas imágenes suelen identificar al rococó, un
arte frívolo, creado por la aristocracia para su propio deleite. Surgió en Francia,
a comienzos del siglo XVIII, aunque muchos de sus rasgos se vieron después en
otros países de Europa, como Austria, donde le rococó parece condensarse en la
decoración de dos de sus palacios: Schonbrunn y Belvedere.
Muchas teorías emparentan al rococó
con el barroco; es más: lo ven como una continuación, como el momento de
culminación del barroco. Sin embargo, el rococó es más que eso, es un estilo
independiente y personal, que se despreocupa de cuestiones religiosas. Es un
arte para la altísima clase media del siglo XVIII, amante de lo mundano, lo íntimo
y delicado. Es un arte para una sociedad despreocupada de cuestiones sociales, que pretende buen gusto y placer.
Por este motivo se lo considera frívolo, un estilo más apropiado para la
decoración interior que para exteriores.
Se lo puede ver de cerca en
Madrid, en la decoración del Salón del Trono del Palacio Real de Aranjuez; en
la porcelana y en la primorosa vajilla. La palabra rococó es una combinación de
dos términos en francés: rocaille, que significa piedritas y coquille,
conchilla. En estos dos elementos se inspiraron los primeros diseños hechos con
incrustaciones de piedras y pequeños pedazos de vidrio colorido. Se usaban,
especialmente, en la decoración de grutas y jardines. También, para adornar
grandes paredes interiores. Así se inventó un diseño de curvas y contra curvas,
que se hizo reconocible tanto en la arquitectura como en la pintura y la
escultura.
El estilo rococó también es
conocido como galante, que llega desde el verbo en francés galer. Significa la
valentía y la habilidad en el trato a las mujeres, una de las fuentes de
inspiración de la pintura rococó, casi tanto como la mitología erótica. También
lo fueron los paisajes, sobre todo aquellos en los que había reflejos en el agua
y espejos. La idea era favorecer la ilusión, no permitir que se reconocieran
los límites entre el sueño y la realidad.
Al recordar esta característica,
la del trato galante viene a la memoria uno de los edificios más rococó de
Paris, el Pequeño Trianon. La residencia de madame de Pompadour, amante de Luis
XV. En Francia, el pintor por excelencia de este estilo es Jean Honoré
Fragonard. Sus cuadros muestran, entre otros temas, los aspectos más frívolos
de la vida diaria. El veneciano Tièpolo es otro notable del rococó, que utiliza
colores claros y mucho blanco. De ahí sus pinturas luminosas, como sus títulos:
“Neptuno ofreciendo a Venecia las riquezas del mar” y “El banquete de
Cleopatra”.
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