La magia del buceo.
Quien ha viajado
siente que hay algunas experiencias que son intransferibles e inexplicables.
Pararnos en la cima de una montaña y respirar a más de 4000 metros de altura
sintiéndonos flotar entre las nubes. Hundirnos en el silencio del mar profundo,
desconectándonos del mundo. Pero en medio de ambas existe una experiencia
acuática que para quien se atreva es reconocible y amigable, aunque al mismo
tiempo sea ajena, misteriosa y hasta en cierto punto tenebrosa.
La pasión por
conocer lo escondido en los lechos de agua no es nueva ni moderna. Desde
tiempos sin memoria el ser humano experimentó la atracción y muchas veces la
necesidad, de escrutar y arrancar sus secretos a las profundas y oscuras aguas
de lagos, mares y océanos. Pinturas rupestres de las cuevas de Heindrich
muestran figuras de hombres nadando debajo de las aguas, cazando peces
procurándose el alimento. Estos dibujos nos señalan que el buceo es más antiguo
de lo que se pensaría. Otro ejemplo puede verse en las cuevas de Bismaya,
datado en casi 4500 a. de C.
Estos primeros
buzos se dieron cuenta rápido de las tres limitaciones principales que tiene el
hombre cuando intenta sumergirse: el corto tiempo que puede permanecer sin
aire; la dificultad para descender debido a la natural flotabilidad positiva
del cuerpo y la consabida limitación visual.
Con el paso de
los siglos se pudieron superar estas limitaciones y en la actualidad el buceo
no solo es seguro sino que permite alcanzar profundidades impensadas
anteriormente. Algunos tratan de emular a los antiguos buceadores y se atreven
a sumergirse conteniendo el aire, lo que se conoce como apnea. Los pescadores
de coral y perlas en la Antigua Grecia hicieron una verdadera tradición de esta
especialidad. Las que más llaman la atención son las "Amas japonesas"
quienes durante más de 3500 años se han dedicado a recoger ostras del fondo del
mar del Japón, del mar Amarillo y del océano Pacifico, frente a las costas de
Hondo y Shikoku. Otro caso similar son las "Amas de Cheju" en Corea
del Sur, mujeres de entre 40 y 75 años que se ganan la vida bajo el agua,
buceando día por medio unas seis horas a profundidades de hasta 25 metros
buscando algas, erizos y peces.
De ellas los
aventureros toman su técnica admirable: durante los cinco o diez minutos que
preceden a la inmersión, las "Amas" inspiran rápida y profundamente
para hiperventilarse. Después, al zambullirse, inspiran una última vez, sin
llenar sus pulmones. Cuando bajan a escasa profundidad, entre 4 y 6 metros,
permanecen sumergidas por uno 30 segundos, 15 de los cuales dedican a recoger
algas. Las mujeres que cuentan con un asistente en la superficie pueden
aventurarse a bajar hasta profundidades mayores a los 20 metros, permaneciendo
sumergidas casi un minuto para luego subir con la ayuda de una cuerda.
El filósofo
Aristóteles hablaba de los buzos que "respiraban a través de un tubo que
les hace parecerse a elefantes", hoy lo llamamos snorkel.
Hoy en día, ese
"deporte" de riesgo se volvió una suerte de paseo por un mundo
distinto, extraño, multicolor, mágico y hermoso, sin dejar de ser misterioso e
inquietante. Como lo que se puede ver y sentir en una isla coralina ubicada en
Cayo Hueso, Florida: el Dry Tortugas National Park, donde se puede
"navegar" sobre una alfombra de brillante arena blanca con millares
de peces tropicales y corales vivos.
Distintos, pero
atractivos en su singularidad, son Caldera y Bahía Inglesa, en el norte de
Chile, con sus aguas templadas y cristalinas. O el archipiélago de Juan
Fernández, con aguas cristalinas y una amplia variedad de especies exóticas. Y
no podemos olvidar a las Galápagos ecuatorianas, donde suelen exigir un mínimo
de entrenamiento para aventurarse luego en esas aguas peligrosas.
Quien decida
atreverse a esta aventura no debe olvidar la leyenda que dice que al borde de
las aguas del Níger espera Harake, una bella mujer de cabellos tan
transparentes como las propias aguas que le sirven de morada. Quien la
encuentre, será conducido por ella a través de maravillosos caminos hasta
ciudades bajo el agua, fastuosas y desconocidas, donde solo hay espacio para la
felicidad.
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